Andy Warhol, el artista que pintaba bodegones de la moderna era de las prisas.

Andy Warhol

Si Goya pintaba bodegones, con carnes, pescados y ricas viandas, Andy Warhol iba un poco más allá e inmortalizaba las sopas, pero esta vez ya preparadas y enlatadas a un tris de ser vertidas en el plato. Quizás nos encontrábamos ante un bodegón de la moderna era de las prisas; pero, sobre todo, asistíamos al nacimien-to de una nueva manera de entender los pinceles; el Pop Art. Una corriente pictórica donde los objetos mundanos reclamaban saltar de la alacena de la cocina a la pared de las salas de arte. Por el camino, Andy Warhol aprendió a rentabilizar su arte desde el minuto uno y descubrió bien temprano que la publicidad y el arte pod-ían resultar un matrimonio muy bien avenido. 

El artista estadounidense nació en Pittsburgh en 1928 y quizás debemos toda esa particular explosión de arte a la irrupción de una enfermedad en su infancia -la conocida popularmente como ‘El baile de San Vito’- que le obligó a permanecer en casa remojando pinceles para su distracción a falta de tabletas, televisión y otras zarandajas contemporáneas. Acababa de ponerse ‘la primera piedra’ de un artista.

Andrew Warhola cumplió los 21 años y con un título de graduado en el Instituto de Tecnología Carnegie bajo el brazo, se presentó en Nueva York dispuesto a merendarse la escena publicitaria con trabajos de grafista en revistas de la enjundia de ‘Vogue’ o ‘Glamour’. De paso, se ‘dibujó’ un nuevo nombre, así que tiró de diminutivo y se desprendió de la ‘a’ del apellido. Había soltado lastre y podía empezar a volar como artista. 

Con cierta holgura económica, Andy Warhol saltó a la palestra con sus particulares revisiones de las latas de sopa Campbell’s, las botellas de Coca Cola o el rostro de la actriz del momento, Marilyn Monroe. Los personajes más emblemáticos de la época comenzaron a ser pasados por el tamiz wharheliano: Elizabeth Taylor, Jackie Kennedy e incluso Michael Jackson, entre otros muchos que empezaron a disputarle el protagonismo a la lata de sopa. Parece que lo han conseguido, pues sus últimas subastas de arte, como la de la primera dama, son de aúpa. Esta última, «Sixteen Jackies», ha llegado a alcanzar la puja de 20,2 millones de dólares.

Sin embargo, Wharhol también cultivó un gusto por la música que le condujo a conocer en 1965 a The Velvet Underground, con Lou Reed, y decidió convertirse en manager de la mítica banda. Para ellos diseñó la portada de un disco, su irónica banana amarilla. Tras este debut en el mundillo, llegarían otros tantos trabajos de artistas del calado de Aretha Franklin, Paul Anka o incluso el patrio Miguel Bosé. 

Por supuesto, desde el principio y hasta el final de su andanzas por este mundo -1987-, a Andy Warhol le acompañó ese aire de tipo excéntrico -peluca albina y tez mortecina- y polémico, pero qué es un genio sin su ración de rareza. Un tipo normal y de esos nadie quiere autógrafos.

Fdo. Ana Durá