Antoni Tàpies, amante de la materia

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“El arte de Antoni Tàpies hace evidente el empuje que en cualquier momento de la historia pone en marcha el arte: el amor por la materia que, respetándola y queriéndola en lo que es, la lleva a encontrar su mejor esplendor formal posible, hasta hacerla mensaje y palabra total”. 

José Mª Valverde


Antoni Tàpies es uno de los artistas catalanes con mayor reconocimiento a nivel internacional. Su carrera artística transcurre fuertemente ligada a la historia que le ha tocado vivir, inevitablemente tatuada por los convulsos sucesos que pergeñaron el devenir del siglo XX. Te presentamos su intensa trayectoria.

Antoni Tàpies: sus inicios en el mundo de la pintura

Nacido en el seno de una familia de clase media, Tàpies demostró interés desde joven por el mundo de las artes, aunque su vocación como artista da comienzo  cuando una enfermedad pulmonar le obliga a permanecer ingresado en el sanatorio de la localidad catalana de Puig d’Olena. Fue durante este inevitable reposo cuando tuvo la oportunidad de familiarizarse con la obra de famosos pintores y filósofos como Proust, Stendhal o Nietzsche, y también cuando comenzó a realizar sus primeras obras pictóricas, copiando cuadros de Pablo Picasso y Vincent van Gogh, entre otros.

A partir de 1944, Tàpies compagina sus estudios en la facultad de Derecho con los de dibujo en la Academia Valls de Barcelona, periodo en el que lleva a cabo una serie de retratos y autorretratos al carbón con los que pone de manifiesto su dominio del dibujo. 

Es un año más tarde cuando inicia su dedicación total a la pintura. Tàpies, atraído por las posibilidades de la materia, centra sus esfuerzos en la experimentación con diversos materiales, buscando innovar en técnicas, procedimientos y lenguajes. Durante estos primeros años el artista comienza a estudiar las posibilidades que le ofrece mezclar la pintura al óleo con polvo de mármol y otros materiales, técnica de la que se convertirá en maestro y principal exponente.

El pintor crea obras de técnica mixta realizadas con materias que se completan con el dibujo, e las que la pintura es colocada directamente desde el tubo a la manera fovista. Se zambulle también en la técnica del collage, introduciendo en sus creaciones arroz, papel higiénico, cuerdas, tela de saco, etc. 

Son obras de carácter primitivista, en las que el simbolismo se hace patente mediante una omnipresente utilización del signo: cruces, ojos, letras, elementos astrológicos y otros elementos dotan a las composiciones de una peculiar narrativa que nos remite al arte oriental y al esoterismo que tanto atrajeron al artista durante toda su vida.

Es durante estos años cuando Tàpies conoce al poeta catalán Joan Brossa, con quien iniciará la aventura surrealista Dau al Set

La seducción surrealista y su gran meca artística: París

A finales de 1948, Brossa y Tàpies crean la revista artística Dau al Set, escaparate de un grupo de intelectuales interesados por el devenir del mundo de las artes. A ambos fundadores se unieron otros pintores como Joan Ponç i Bonet o Modest Cuixart, el por aquel entonces estudiante de filosofía Arnau Puig, y Joan Josep Tharrats, que posteriormente se dedicaría también a la pintura.

La revista, cuyo nombre fue acuñado por Brossa, pone de relieve la aspiraciones  vanguardistas de sus componentes, orientados a la recuperación de la vanguardia catalana interrumpida por la Guerra Civil. El contenido de Dau al Set era heterogéneo; los primeros números contenían textos de Joan Brossa y Arnau Puig, así como dibujos de los pintores en los que se hacía referencia a temas diversos, como la magia, las artes, la alquimia o el mundo popular. Se reivindicaba también la obra de figuras como Antoni Gaudí o Leonardo Da Vinci

Dau al Set también denotaba el profundo interés de sus conformantes por la cultura y el pasado de Cataluña, tema que Antoni Tàpies desarrollará ininterrumpidamente a lo largo de toda su trayectoria artística. 

Durante la primera etapa de Dau al Set (1948-1952), la producción de Tàpies se ve influida por el surrealismo encarnado en las obras de Miró, Kandinsky, Ernst o Klee. En los cuadros de este periodo destacan temas como el retrato, la muerte o la fantasía. Aparecen con gran frecuencia iconos simbólicos como la mano, el ojo, la cruz, las fuerzas cósmicas, la pirámide… símbolos con los que Tàpies relaciona el mundo de lo mágico, de lo esotérico, de lo irracional.

El interés de Tàpies por la vanguardia alcanzará su cénit en 1950, cuando el pintor obtiene una beca del Instituto Francés de Barcelona para pasar un año en París, donde entra en contacto con la vanguardia francesa y decide abandonar las referencias literarias de sus obras, centrándose, cada vez más en los elementos plásticos: en el signo y en el gesto, punto de inflexión que guiará, irremediablemente, su trayectoria pictórica hacia el informalismo.

Hacia el informalismo

Enlazando con las investigaciones realizadas entre 1945 y 1948 sobre la aplicación de la materia a la pintura, Tàpies inicia a a partir de 1953 una de sus más representativas etapas artísticas. Es momento de zambullirse en el materismo europeo encarnado en los escritos y en los cuadros de Jean Dubuffet, máximo representante del movimiento matérico, quien postula un arte caracterizado por la textura viva y la utilización del gesto.

De este modo, los componentes esenciales de la obra de arte matérica son el gesto y la materia, principios que Tàpies hará suyos bebiendo de referentes como Joan Miró, Kandinski o Paul Klee

Mediante la materia, Tàpies transforma a su gusto el lienzo, convirtiendo el cuadro en una textura sin límites. Durante este periodo trabaja con tierras y polvo de mármol, empleando el rascado, el collage o las incisiones como procedimientos creativos. Sin embargo, el pintor catalán no abandona su mundo de símbolos ni otros recursos como la escritura automática heredada de sus raíces dada-surrealistas. Las imágenes de valor simbólico se vuelven más crípticas, más ambiguas y cerebrales, permitiendo de este modo la manifestación de una pluralidad de niveles y de lecturas. Fue este particular estilo el que consiguió que la obra de Tàpies fuera reconocida a nivel internacional, realizando el pintor su primera exposición en la neoyorkina galería Martha Jackson. 

Su experimentación matérica evoluciona durante los siguientes años. En los ‘60, Tàpies recupera parcialmente la figuración, influenciado por movimientos como el Pop Art o el Nuevo Realismo, manteniendo -siempre- el tratamiento informalista.

A partir de 1963 comienza a introducir en sus creaciones elementos en forma de cosidos y plegados que nos recuerdan a la obra del pintor italiano Burri, aunque totalmente distintas en cuanto al tratamiento del signo: se trata de cuadros muy texturados y casi monocromos en los que la mancha gana protagonismo, estableciendo un fuerte contraste que dota de tensión a las composiciones. Son típìcas también de este periodo las huellas de manos y dedos, con las que Tàpies persigue dar constancia del elemento humano, idea que materializará a partir de 1964 con la incorporación de elementos de la fisionomía humana a sus obras.

A finales de la década de los ‘60, el materismo de Tàpies se acentúa incorporando al lienzo elementos cotidianos como cubos y telas, que se añaden de manera natural a las representaciones antropomórficas, conservando su simbolismo. También experimenta con la paja, que es incorporada mediante diversos procedimientos: atada, prensada, encolada… todos ellos válidos para transmitir la idea de que en todo, hasta en la muerte, “hay en potencia una nueva fuente de vida”.
 
Esta experimentación culmina en sus primeros assemblages, obras de técnica mixta en las que el pintor incorpora objetos físicos de forma directa sobre el soporte, consiguiendo una interesante complementariedad entre el color, la técnica y la materia.

Los ensamblajes que Tàpies realiza durante los años ‘70 son realizaciones en las que la teoría del absurdo alcanza cotas muy altas y en los que la ironía juega un importante papel. Son una suerte de oda a la descontextualización de los objetos, a la plena significancia de la materia.

Paralelamente, Tàpies crea una serie de cuadros en técnica mixta con marcadas referencias a la historia de Cataluña y la de su propia familia, en los que demuestra el profundo amor que siente por su país y su cultura. Encontramos en estas obras referencias a relevantes nombres del mundo de la cultura, las artes y la política, tales como Miró, Brossa, Companys, Maragall, etc. Siempre coronadas por los colores de la bandera catalana y la expresión Visca Catalunya. Destacan también, de esta época, numerosos carteles y litografías que Tàpies realizó a favor de causas sociales.

Tàpies en democracia: su etapa más madura

Una vez caído el régimen franquista, Antoni Tàpies vuelve a volcarse de nuevo en la investigación y retoma la pintura-pintura, tratando temas que ya había trabajado a lo largo de su trayectoria, aunque desde una perspectiva y un procedimiento nuevo.

Encontramos en los cuadros de esta época numerosas alusiones a temas como el sexo, la enfermedad, la magia o la muerte. En cuanto al aspecto técnico, el artista incorpora el barniz, el cual confiere a las obras de Tàpies un status de irrealidad y onirismo. Utiliza también la pintura al spray, la gomaespuma y la esponja.

Es también paradigmático el uso de letras en la creación de Tàpies durante los ‘80 . Vemos como las “A” y las “T” se incorporan al extenso lenguaje de cruces, números y formas geométricas, haciendo referencia a su propia persona, en tanto que iniciales de su nombre y apellido. 

Es también después de la transición cuando Antoni Tàpies dedica sus esfuerzos creativos a la escultura, realizando una serie de figuras fundidas en bronce con las que reflexiona en torno a la ambivalencia de la realidad, la cual concibe como un juego de contrarios. 

Ya como pintor reconocido, Tàpies recibe encargos de diferentes instituciones que le llevan a crear obras emblemáticas, como la técnica mixta Homenaje a Picasso, realizado mediante pintura y ensamblaje para la Ciudad de Barcelona; o la rehabilitación del edificio de la antigua editorial Montaner y Simón, habilitado posteriormente para la Fundación Antoni Tàpies.

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* Fotografía del pintor catalán Antoni Tàpies por cortesía de CanalHub.Fotos.