Eva Ricart Vilafranca: una aproximación a la ciudad desde la luz y el color

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En los cuadros de Eva Ricart Vilafranca, los paisajes urbanos revelan su lado más bucólico bajo el velo de dulces atmósferas lumínicas difuminadas por la levedad de los colores y la nostalgia de la mirada. Tenue, íntima y personal, su pintura trasciende la mera plasmación de las formas para situarse en el ámbito de la recreación subconsciente, aunque sin alejarse de la realidad, como buscando ese grácil punto de equilibrio en el que lo objetivo y lo subjetivo parecen encontrarse, desvelando el lado onírico que permanece latente en las situaciones más cotidianas, esperando a ser descubierto. 

El impresionismo romántico de Eva Ricart Vilafranca

La mirada de Eva Ricart Vilafranca escudriña las ciudades hasta dar con su perfil más idílico. En sus cuadros, los paisajes urbanos se muestran ante nosotros reconocibles, inequívocos, exactos y detallados en sus formas y volúmenes, aunque aprehendidos, también, desde la subjetividad y desde el recuerdo, manifestándose en complejas amalgamas de elementos capaces de transmitir, además de figuras, sensaciones.

Esta potencia expresiva propia del impresionismo y que trasciende sus postulados emana de una figuración omnipresente y clara, bañada por atmósferas que alcanzan su distintivo aspecto mágico gracias a una increíble riqueza cromática, pergeñadas mediante una pincelada ágil y leve, desaturada y plagada de detalles.

Primando el color sobre la línea, el tratamiento de la luz adquiere, de este modo, una gran importancia  en las obras de Eva Ricart Vilafranca, donde los tonos fríos, entre los que destacan los azules y los grises, confieren a las escenas un peculiar subjetivismo que revela sosegados estados anímicos, tal y como podemos apreciar en Boira Blava a la Ciutat (2013) o Contrast (2012), cuadros en los que el cielo plomizo abraza los edificios infundiéndoles un aura íntima y calmada, nostálgica y soñadora que los arranca del mundo de lo real para arrojarlos al terreno de lo percibido.

Hallamos así, en su delicado tratamiento de la luz y del color, influencias de los grandes impresionistas franceses, encarnadas en la aparente simplicidad con la que los tonos se complementan y funden en tiernas escenas cinceladas por la luz y sus efectos, tal y como podemos observar en el óleo La Alhambra (2009), que evoca el recuerdo de La Catedral de Rouen (1894) de Claude Monet, con sus azules, malvas y tierras lavados y desaturados; o en Puno (2013), donde la grácil superposición de etéreas pinceladas parece esculpir la materia emulando el cromatismo de la obra más emblemática del impresionista francés, Impresión de Sol Naciente (1872).

Más allá de una técnica impresionista centrada en la plasmación de la luz y del color, la obra de Eva Ricart Vilafranca parece beber también del romanticismo pictórico tanto en las temáticas tratadas como en la complejidad de las composiciones.

Así, por un lado hallamos en la producción artística de la pintora una especial predilección por los paisajes urbanos, tal y como podemos ver en obras como Atardecer (2009) o Fòrum (2006), en las que las que colosales construcciones llenan el espacio con su presencia, como telón de fondo de la vida que en ellas discurre.

También conforman el repertorio temático de Eva Ricart Vilafranca las escenas intimistas, en las que los paisajes acostumbran a ser vistos desde el particular punto de vista de un espectador que otea la realidad agazapado en la intimidad de sus vivencias. Son ejemplos de este tipo de pintura intimista cuadros como Sota la pluja (2013), donde resulta sencillo encarnarse en la piel del curioso que observa desde su ventana el ir y venir de los transeúntes que se protegen de la lluvia bajo sus paraguas; Estiu (2013), que nos transmite la emoción de quien se adentra a hurtadillas en un idílico rincón prohibido; Intimitats (2012), cuadro capaz de hacernos sentir la calma de encontrarnos en el pasillo de nuestra propia casa; o El Casal (1949), donde la luz que atraviesa la ventana oculta un exterior velado, relegándonos al recogimiento del espacio interior.

Otro tema asiduo en la obra pictórica de Eva Ricart Vilafranca es la crítica social, que hallamos encarnado en cuadros como Manifestació Pacífica I (2013); 11S (2014) o Love not War, en los que la pintora embalsama instantáneas de acontecimientos históricos en un equilibrio perfecto entre el arte y la documentación.

Por otro lado, además de la temática, Eva Ricart Vilafranca también parece heredar de la estética romántica el gusto por las composiciones complejas, desechando el orden racional de la perspectiva central para crear espacios estructurados desde fugas imposibles que imprimen a las escenas un ritmo fluido y dinámico, alejado de la racionalidad matemática, encumbrando, de este modo, un punto de vista más humano y subjetivo, así como haciendo gala de un fantástico dominio de la perspectiva.

Eva Ricart Vilafranca: la pintura como pasión, terapia, juego y modo de vida

De ascendencia catalana, Eva Ricart Vilafranca nace el 18 de abril de 1949 en Zaragoza en el seno de una familia de artistas. Nieta del también pintor Enric C. Ricart, demuestra un precoz interés por las artes plásticas, pintando su primer cuadro con apenas 12 años.

Durante su adolescencia, comienza a recibir clases de Pilar Leita, con quien adquiere seguridad en su dedicación por la pintura y se instruye en la técnica de la luz y del color, enseñanzas que fundamentarán su visión artística para dar lugar a su personalísimo estilo pictórico de corte impresionista.

Durante los primeros años de su carrera, compagina la pintura con otras actividades, realizando su primera exposición colectiva en la Barcelona de 1969, para posteriormente  dedicarse de lleno a las artes, celebrando desde finales de los años ’90 dos o tres exposiciones anuales.

Hasta 2005, fue artista residente de la Galería Trébol de Barcelona, y actualmente figura entre el elenco de pintores de la Galería de Arte Peragón, también en la ciudad condal, donde continúa dedicándose a la pintura, que ha sido desde su infancia una pasión, un juego y una terapia con la que consigue estructurar, al igual que hace con sus cuadros, su propia vida.

La de Eva Ricart Vilafranca es una pintura de lo más personal y viva; arrancada de las sensaciones que crea la percepción desnuda y sincera de la realidad. Una oda a la belleza de los elementos cotidianos y de las situaciones más banales, extraída de su aparente trivialidad y para ser reivindicada como obra de arte.

Eva Vilar C.