Goya, o la representación plástica del espíritu de un siglo
Personajes famosos Pintura Goya Siglo XIXFrancisco de Goya y Lucientes es uno de los pintores españoles más universales. Su creación artística ha ejercido una importante influencia en numerosos creadores y movimientos posteriores, llegando a ser considerado como el padre de la pintura contemporánea, el primer pintor romántico y uno de los más adelantados precursores de los movimientos vanguardistas que sacudieron la primera mitad del siglo XX. A continuación nos adentramos en el complejo mundo goyesco para desvelarte sus claves.
Goya en su contexto histórico: el retratista del cambio
La creación artística del siglo XIX estuvo ampliamente determinada por los avatares sociales y políticos que marcaron esta convulsa época. El auge de los nacionalismos y la asunción de los ideales de la Revolución Francesa actuaron como un revulsivo para los artistas novecentistas, quienes vivieron aquella cambiante realidad para acabar plasmándola en sus obras, constatando así -y para la posteridad- una profunda ruptura tanto en las temáticas como en los lenguajes y en los estilos.
De este modo, a lo largo del siglo XIX los estilos artísticos evolucionaron y se sucedieron con una rapidez vertiginosa, siguiendo el ritmo dictado por los acontecimientos históricos. No es de extrañar entonces que muchos pintores experimentaran, a lo largo de su trayectoria artística, con diferentes y contrastados estilos. Francisco de Goya y Lucientes es, en este sentido, uno de los pintores más esclarecedores de su época, ya que su obra nos permite realizar un “paseo” por la creación artística del siglo XIX reparando en cómo la evolución social y política pueden condicionar la obra de un artista.
Períodos en la producción artística de Goya
La pintura de Goya es sumamente interesante por la representación que realiza de los sucesos y personajes históricos más relevantes de la España del siglo XIX. El pintor zaragozano no solo vivió, como sus contemporáneos, los sucesos políticos y sociales que azotaron la Europa decimonónica, sino que también pudo tomar parte en ellos gracias a los cargos que le fueron delegados, como Pintor de Cámara y como director de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, los cuales también contribuyeron a configurar la particular perspectiva del pintor.
De este modo, podemos dividir la producción artística de Goya en tres etapas creativas distintas:
La primera de ellas tiene lugar entre 1771 y 1807, cuando el joven Goya comienza su andadura como Pintor de Cámara, primero para el monarca Carlos III y, posteriormente para su hijo y sucesor, Carlos IV. Se trata de uno de los periodos más fructíferos en la obra de Goya, dedicándose el pintor a la creación de cartones para la Real Fábrica de Madrid y a realizar retratos de nobles y miembros de la familia real.
Vemos en esta época una pintura amable, alegre, en la que Goya emplea una amplia gama de colores. La temática, como no podía ser menos, viene condicionada por su status de pintor de cámara, que le obliga a centrarse en el retrato. Sin embargo, también pinta durante esta época diversas estampas bucólicas, muy ligadas al gusto importado desde Francia por la representación de escenas de campo y momentos de esparcimiento.
Son paradigmáticas de este período obras como la Maja Desnuda (1790-1800) y la Maja Vestida (1802-1805), claros exponentes de la pintura goyesca hecha por encargo; aunque también encontramos ejemplos como “El albañil herido” (1786-1788), lienzo en el que un Goya más sensible, más agudo, refleja la otra cara del Madrid decimonónico.
Una segunda etapa en la obra de Goya es la comprendida entre los años 1808 y 1924. Esta etapa se ve profundamente marcada por el devenir del régimen implantado por por José Bonaparte en España, cuya caída provoca en el joven y ilusionado Goya un fuerte desengaño.
Esta desilusión hace mella también en su obra, en la que vierte su personal percepción de los hechos con un fuerte afán histórico y crítico. Pertenecen a este periodo cuadros tan relevantes como el que encabeza este post; “Los fusilamientos de la Moncloa” (1814) o “La carga de los Mamelucos” (1814), en los que vemos cómo la paleta cromática goyesca comienza a volverse sombría, vaticinando la pronta llegada (ya a finales de este periodo) de sus celebérrimas pinturas negras.
Las pinturas negras de Goya son, quizás, sus creaciones más conocidas. Con su cromatismo denso y oscuro, su pincelada rápida y sus trazos desdibujados, Goya consigue transmitir su desasosiego, su desengaño, su impotencia al comprender que no llegaría a ver nunca una España renovada. Son paradigmáticas obras como El aquelarre (1823) o Saturno devorando a su hijo (1819-1823).
La última etapa de la creación artística de Goya tiene lugar entre 1824 y 1828, años en los que el pintor, exiliado voluntariamente en Bordeaux, dedica su pintura a temas más amables. Alejado de la convulsa España en la que no era capaz de encontrar su sitio, los cuadros de Goya recobran la luminosidad propia de su periodo de juventud, reviviendo su paleta en tonos claros y suaves con los que retrata situaciones banales de la vida. Una de las obras más paradigmáticas de este periodo es La Lechera de Bordeaux (1823).
Goya y la obra gráfica
Más allá de sus cuadros, destaca también en la producción artística de Goya la gran cantidad de grabados que realizó a lo largo de su vida y que, en buena parte, configuran una magistral panorámica de la realidad social del siglo XIX. Destacan al respecto aguafuertes como “El sueño de la razón produce monstruos” (1797) o "Modo de Volar", de su famosa serie de grabados “Disparates”.
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