Josep Guinovart: el arte como ruptura y renacimiento.

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Para Josep Guinovart, el arte no era sino una manera de atrapar la realidad. No pretendía emularla o representarla, ni siquiera expresar las sensaciones que esta le producía; su objetivo era más febril, violento y ambicioso: detonarla, deconstruirla y recomponerla, esquematizándola y abstrayéndola hasta convertirla en símbolo para, así, capturar de ella una muestra.

De la figuración realista a la abstracción matérica: una trayectoria artística en constante evolución

Considerado como uno de los más destacados pintores españoles de postguerra, Josep Guinovart es un artista polifacético que supo tocar, a lo largo de casi medio siglo de carrera, diferentes y muy diversos modos de expresión, alcanzando un personal y reconocible estilo en cada uno de ellos.

Las más de cuatro décadas de trayectoria artística de Guinovart podrían definirse mediante el constante proceso de destrucción y construcción al que el pintor catalán sometió a su lenguaje pictórico, en un metódico ejercicio capaz de aunar, a partes iguales, las influencias artísticas de su convulso momento histórico y la libertad explosiva del creador.

Si bien, cada obra de Josep Guinovart resulta única e inclasificable, es posible intuir el sendero recorrido por el pintor en su constante evolución, constatada en una ingente producción artística que abarca desde grabados hasta murales y obras matéricas de gran formato.

Aunque sus pinturas más reconocibles están vinculadas al campo de la abstracción, la carrera artística de Josep Guinovart comienza ligada a las artes figurativas. La primera etapa de la producción artística de Josep Guinovart nos sitúa entre los años 1948 y 1951, breve periodo en el que emerge un pintor dual de vocación realista, el cual encuentra, en un primer momento, su inspiración en los paisajes rurales de la localidad catalana de Agramunt, para después centrarse en la magia de las ciudades y su ambiente, siempre desde un punto de vista crudo y no idealizante, centrado en la acción humana y en cómo esta se desarrolla sobre el paisaje; tema que acompañará al artista a lo largo de toda su trayectoria.

Durante este primer momento, es posible hallar dos líneas diferenciadas que acabarán confluyendo a principios de los ’50 en una peculiar y personal simbiosis: una primitiva e ingenua centrada en los temas de la vida cotidiana en el campo, y otra mágica y elevada, más centrada en la vida de las ciudades. Es relevante en este tránsito el contacto que establece con algunos miembros del grupo artístico Dau al Set como el pintor Joan Ponç i Bonet  o el poeta Joan Brossa, cuya influencia encamina los primeros pasos de Guinovart hasta llevarlo al arranque de su etapa magicista, encarnada en las escenas urbanas ambientadas por jazz y actividades circenses.

Encontramos en esta primera etapa ya algunas marcas de la explosiva personalidad del pintor, que se aleja del realismo plenamente naturalista incorporando en sus paisajes sellos de identidad como el uso de estridentes colores primarios como el amarillo o el rojo, así como influencias del estilo románico, que tiñen sus figuras con un tinte arcaizante.

Los ’50 son el momento en el que Guinovart se dedica plenamente al arte, marcando la entrada de esta década el comienzo de su plenitud artística. Durante este periodo, catalogado por el crítico de arte Cesáreo Rodríguez-Aguilera bajo el epígrafe de “expresionismo figurativo”,  la vida del campo vuelve a los lienzos de Guinovart desde un punto de vista renovado.

Es un periodo en el que el pintor se esmera por definir su proceso pictórico, buscando la perfección artística en cada obra. Destaca la mesura con la que estudia la composición, el ritmo y la limpieza del trazo, dando lugar a obras de una marcada geometría, como Familia (1951), Aparato para torear (1952) o Desnudo (1954), absorbiendo también influencias vanguardistas, como las que le llevan a incluir en sus pinturas elementos cubistas, muestra de la profunda admiración que el pintor catalán profesaba por Pablo Picasso.

En cuanto a las temáticas, Guinovart dirige por primera vez su atención a las escenas sociales, enfocando temas cotidianos de la vida rural con una mirada crítica que destapa, a partir del caso, la estructura subyacente, realizando una estampa capaz de condensar elementos de lo social y de lo político.

Antes de que llegase el ecuador de la década, Guinovart ya era reconocido como uno de los mejores pintores contemporáneos de España, obteniendo una beca que le permitió viajar a París, hecho que supone un nuevo punto y aparte en su trayectoria artística, al imbuirse del vanguardismo de postguerra de Francia y Holanda.

Tras su estancia formativa en la capital francesa, el Guinovart que regresa a Barcelona continúa su especialización en las temáticas sociales, comenzando un viaje de ida que le llevará, sin retorno, hacia la abstracción y la pintura informalista, alejándole de esta primera etapa centrada en la perfección compositiva y en la autosuficiencia significativa de las obras.

Es durante el último lustro de la década de los ’50 cuando el pintor catalán comienza a volcarse en las potencialidades que ofrece la pintura matérica para su personal forma de concebir el arte. Al igual que muchos de sus contemporáneos marcados por el espíritu del fin de la Segunda Guerra Mundial, Guinovart es un artista inconformista, un individuo que ha visto como se rompían sus lazos con la comunidad y cuyo nihilismo le empuja a sentir la necesidad de construir un nuevo mundo sobre las cenizas del anterior. Y esto es lo que hace con sus cuadros.

Mediante técnicas como el collage y el assemblage, Guinovart se enfrenta al lienzo blanco para detonarlo y reconstruirlo; lo apuñala, cose y resquebraja, incorporando en sus obras elementos diversos, como madera quemada, desechos o cajas con los que configurar elementos tridimensionales que las sitúan en un limbo extraño entre la escultura y la pintura. Este afán nihilista se manifiesta también en otra constante que le acompañará el resto de años de su carrera: el gusto por la desintegración de las formas, que son reducidas a elementos básicos para participar en la construcción de elementos nuevos.

Este proceso de experimentación técnica y semántica le hace llegar, todavía no entrados los ’60, a una etapa de abstracción pura, en la que se aleja del discurso informalista para abandonarse al gestualismo encarnado en signos de una fuerte carga expresiva que cobran vida en vigorosos trazos y cuidados patrones cromáticos, como Collage (1962) u Homenatge a Salvat-Papasseit (1963).

Sin embargo, el afán de Guinovart por el empleo artístico de la materia será una constante a lo largo de toda su carrera. A partir de los ’70, el pintor comienza a incorporar a sus obras materiales como paja, barro o arena, tal y como se aprecia en obras como Árbol y Pájaro (1974), tarea que compagina con la creación de obras de temática social, como Homenaje a Picasso (1967) y Homenaje al Che (1968).

Influyen también en el inacabable periplo artístico de Guinovart sus viajes a Cuba y México, en los que su pincel se impregna del exotismo del continente americano y de una nueva realidad social que le produce una fuerte impresión.

A partir de mediados de los ’70, Guinovart comienza a prestar atención al grabado y se sumerge en la proyección tridimensional de sus obras, creando piezas que profundizan en el concepto anteriormente citado de la pintura-escultura, como Contorn- Extorn (1978), donde la obra de arte pasa de ser algo concebido para ser observado a convertirse en un espacio para ser experimentado.

Desde los ’80 hasta su fallecimiento, Guinovart hace gala de un estilo maduro caracterizado por la libertad del lenguaje pictórico, iniciando un periodo de introspección del que surgen obras personalísimas como Composició (1982)  o Composició II, en las que da cuenta de la riqueza y profundidad de su mundo subjetivo, muy vinculado a la naturaleza; así como otro tipo de pinturas orientadas a saciar una necesidad creciente de implicarse en la realidad social, como Retablo de Jerusalem (2001), siempre orientadas por la influencia del Guernica de Picasso.

Josep Guinovart: mensaje y forma como elementos indisolubles

Abstracto. Expresionista.  Informalista. Matérico. Podríamos emplear mil términos para definir el arte de Guinovart sin hallar uno que el pintor catalán no consiga rebasar. Guinovart no es un artista sujeto a nombres ni a normas, prueba de ello es la riqueza y naturaleza inclasificable de su estilo o la presencia genuina de sus colores.

En su pintura los antónimos parecen coexistir sin trabas, como en un rítmico contrapunto que hace del contraste su peculiaridad sin entrar en disonancias, natural en su contradicción. De este modo, de sus cuadros emana la rudeza y el primitivismo de la pintura informalista, en perfecta consonancia con la delicadeza y el exquisito uso del color del expresionismo pictórico.

Aunque su estilo es único y aislar sus referentes no resulta fácil, es posible hallar en la obra de Guinovart influencias de Antoni Gaudí y de Joan Miró, de quienes hereda, por un lado, el interés por las formas orgánicas de inspiración natural y, por otro, el gusto por el uso del signo y del símbolo como formas de trasladar significado semántico y artístico.

De este modo, la producción artística de Guinovart no es el resultado de un arte de exaltación de la belleza como tal, sino un medio de compartir, de contar. Toda intención en su trabajo es retórica, entendiendo la pintura como un soporte para transmitir, además de mensajes, sentimientos y sensaciones.

Para ello, se valió del barro, de la madera, del trigo… e incluso incluyó en sus composiciones objetos con los que reforzar sus ideas, vinculadas -en su periodo más reconocible- con la acción humana, principalmente en el campo, tal y como podemos ver en la litografía Composición (1974).

Algunos motivos frecuentes en su producción artística que constatan esta intencionalidad discursiva de Guinovart son las espigas de trigo o las cáscaras de huevo, símbolos de vida, de renacimiento y de fertilidad, ytambién son dignos de mención los elementos relacionados con el mar, fuente también de vida y alimento que aparece incontables veces a lo largo de su obra.

Biografía de Josep Guinovart

Josep Guinovart i Bertran nace en Barcelona el 20 de marzo de 1927. Desde su más tierna edad adquiere sensibilidad por las artes, especialmente influenciado por parte de su padre, Josep Guinovart i Alujes, apasionado de la música que sabe inculcar en el pequeño una sensibilidad artística que este aplicará en su madurez en el cuidado ritmo en sus composiciones.

Su infancia se ve marcada por la Guerra Civil Española, que lo obliga a trasladarse a Ballcaire y Agramund, así como a esconderse en una cabaña de campo en la que mantiene sus primeros contactos directos con la naturaleza, hecho que definirá también su carrera convirtiéndose en una fuente de inspiración durante sus primeros años como pintor.

En 1938, regresa con su familia a Barcelona, donde tiene su primer contacto con las artes decorativas ejerciendo como pintor de paredes, al mismo tiempo que estudia el oficio en la Escuela de Maestros Pintores y se inicia en la técnica del óleo.

En 1943 ingresa en la Escuela de Artes y Oficios de La Llotja, donde comienza su formación en bellas artes. Apenas tres años después, comienza a recibir clases de dibujo al natural gracias a una beca, y realiza su primera exposición en 1948, en la que muestra sus primeras obras realistas, muy marcadas por la influencia de pintores como Isidre Nonell y Francesc Gimeno i Arasa.

Es a partir de 1951 cuando el joven Josep Guinovart se centra de pleno en la pintura, dejando de lado su antiguo oficio. Ya demostrada su habilidad como pintor, recibe una beca para estudiar en París, viaje en el que entra en contacto con las vanguardias francesas y holandesas de postguerra, las cuales hacen honda mella en la posterior evolución artística de su carrera.

A su regreso a Barcelona en 1955, funda con Antoni Tàpies, Joan-Josep Tharrats y  Modest Cuixart el Grupo Tahüll, heredero de Dau al Set, y se dedica, también, a trabajar como ilustrador y decorador.

Durante la década de los ’50, las obras de Guinovart ya se exhiben en numerosas exposiciones colectivas de diversos países, entre las que podemos destacar su participación en las Bienales de Sao Paulo, en 1957; y de Venecia, en 1958.

Tras haber tocado a lo largo de su carrera artística numerosas especialidades, desde la pintura mural, las artes decorativas, la ilustración, el diseño de tapices, la escultura o el cartelismo, en 1976 Guinovart comienza también su actividad como grabador.

Josep Guinovart vio avalada en vida su dilatada e intensa trayectoria con una ingente cantidad de premios y reconocimientos a nivel nacional e internacional, entre los que destacan el Premio Nacional de Artes Plásticas de España (1982), el Premio de la Crítica de Arte de la Asociación Catalana de Crítica de Arte (1999), la Orden Gabriela Mistral al Mérito Cultural del Gobierno de Chile (2001), o la mención como Académico de Honor de la Real Academia Catalana de Bellas Artes de Sant Jordi (2006).

Sus obras se exponen actualmente en colecciones tan prestigiosas como las del Museo de Arte Moderno de Barcelona, el Museo Guggenheim de Nueva York, el Museo Reina Sofía de Madrid, el Museo de Bellas Artes de Bilbao o el Fine Arts Museum of Long Island de Nueva York; y en 1994 se inauguró Espai Guinovart, un museo dedicado al pintor en la villa de Agramunt.

Josep Guinovart falleció el 12 de diciembre de 2007 a la edad de 80 años, momento desde el que se han organizado numerosas exposiciones antológicas de su obra.

Eva Vilar C.