La intimidad revelada en la obra de Vanessa Lodeiro

pintores gallegos contemporáneos Lodeiro

Pese a su juventud, Vanessa Lodeiro no es una promesa de la pintura contemporánea, sino que su prestigio como artista plástica ya es un hecho. Hedonismo, vitalidad, belleza, optimismo y sensaciones a flor de piel conviven en los cuadros de esta pintora gallega, emergiendo de escenas cotidianas en las que se revela una intimidad compartida y universal, capaz de invocar olores, sabores y sensaciones. De una sensualidad extrema, su pintura bebe de vivencias experimentadas a través de las entrañas, funcionando como una suerte de red capaz de rescatar de las profundidades del olvido nuestras propias experiencias, recordándonos que la existencia no es más que una sucesión de pequeños y fútiles momentos.

Temática y significación en la pintura de Vanessa Lodeiro

De los cuadros de Vanessa Lodeiro parece emerger la aplastante lógica del carpe diem. Con su trazo firme y sinuoso es capaz de convertir hasta el más trivial de los recuerdos en toda una experiencia de vida. Tal y como relata la propia pintora, su obra es una suerte de “diario personal” al que le ha “arrancado las hojas tristes”: una oda a la alegría de vivir que toma cuerpo en los momentos más insignificantes y frugales: aquellos que, encadenándose, acaban por componer una vida.

Los lienzos de Vanessa Lodeiro se nos presentan como cápsulas de sensaciones que solo pueden ser percibidas a través del corazón, cerrando plácidamente los ojos, tal y como lo hacen los ensoñadores personajes que componen su universo figurativo, que viven y se viven a sí mismos en bucólicos parajes, en bulliciosas reuniones o en tiernos encuentros, disfrutando de la libertad y de la juventud.

A través de temáticas hedonistas y cotidianas, Lodeiro inmortaliza en sus cuadros la esencia de sus propios recuerdos: la serenidad de las marinas salpicadas por el salitre de las olas y las tenues luces de la noche; la calidez de las playas de arena dorada donde el tiempo parece detenerse con la lectura de un libro o una partida de cartas; el regocijo de atestadas tabernas de desinhibido ambiente que invitan a bailar, beber y cantar; la ternura de los apasionados reencuentros de pieles y labios que se funden en abrazos infinitos, o la paz de las tardes de lluvia con olor a tormenta y a primavera.

Es sencillo empatizar con las escenas que nos presenta Vanessa Lodeiro, y que operan, gracias a su universalidad, como una especie de catalizador sobre nuestros propios recuerdos. Así, es imposible escapar a la  tranquilidad de un paseo por la serena costa atlántica, como el que nos propone en “Bicicletas”; no dejarse contagiar por la algarabía de “Un día perfecto”, donde el vino y los licores fluyen disipando las vergüenzas y desatando las pasiones; o no abandonarse al ardor visceral condensado en “El beso”.

Vanessa Lodeiro es una poetisa de la libertad y del disfrute que eleva su cantos de sirena invocando a los pequeños placeres de la vida y recordándonos su esencia, ya que ¿qué es la felicidad, sino una sucesión de pequeñas alegrías?

Un universo pictórico arrancado de la memoria ensoñada

El universo pictórico de Vanessa Lodeiro toma forma en los rincones que sirvieron como contexto de sus propias experiencias personales. Destaca su tierra natal, A Coruña, la ciudad que, con sus paisajes marítimos y encantadores parajes, se presenta como uno de los principales escenarios de su obra.

Su pintura hace gala de un personal surrealismo figurativo en el que los personajes acaparan totalmente el protagonismo, con un estilo propio en el que también podemos apreciar influencias de los grandes nombres de la pintura contemporánea. De este modo, es posible intuir al maestro Laxeiro en los gruesos trazos negros que envuelven sus sensuales personajes, como ocurre en los cuadros “Tres mujeres de tertulia”, “De bares” o “Terapia de Grupo”, en los que un ritmo ininterrumpido de rectas y curvas fluye creando complejas composiciones.

Otras de sus obras, como “El placer de tocarse”, “Disfrutando la Luna” ,“Frío sin ti” o “Cuatro retratos” hacen gala de un cuidado geometrismo, por lo que parecen evocar el cubismo de Picasso, con sus volúmenes superpuestos y entremezclados, formando esquemáticas figuraciones de una gran fuerza expresiva.

Sin  embargo, su rasgo más característico y personal lo encontramos en su rica figuración, principalmente femenina, en la que la sensualidad se encarna en voluptuosas curvas, al igual que ocurre con las donas de Nicola Vietti, aunque con formas más elegantes, sutiles, reales y trabajadas. De este modo, es común encontrar en la obra de Vanessa Lodeiro mujeres liberadas, herederas de las musas hedonistas y y cosmopolitas de Maruja Mallo, tal y como apreciamos en sus obras “Rítmica del mar , “En Rumbo” o “Poemas al viento”.

La dulzura y la placidez que desprenden los rostros de estos vividores personajes contribuyen a pergeñar la atmósfera onírica que destilan los escenarios, en los que la esencia del entorno es capturada mediante unos pocos elementos estratégicamente seleccionados. De este modo, costas tan retorcidas como imposibles, interminables playas y bucólicos faros forman parajes de una simplicidad que raya con la pintura naíf, situando al espectador en el limbo entre la realidad y la duermevela, como podemos ver en los cuadros “Mujer recostada en la playa” y “Viajes”.

También destaca la relevancia que Lodeiro atribuye a los cuerpos celestes y a los fenómenos atmosféricos, al aparecer con mucha frecuencia en sus composiciones abigarradas lunas, brillantes soles y estrellas, gruesas gotas de lluvia y vaporosas nubes, tal y como se aprecia en “Esperando”, “Contando las estrellas”, o “Ensoñación”.

Continuando la atmósfera presidida por los astros, la pintora hace gala de una amplia gama cromática con la que escenifica a la perfección las tonalidades lumínicas del día y la noche, los estados anímicos y las estaciones. Así, podemos hallar en sus composiciones un uso de tonos fríos, especialmente azules y grises, en escenas nocturnas, íntimas o invernales como “Maternidad, “Caprichoso azar” o “Sueños de papel; mientras que para sus representaciones más vitalistas y veraniegas, la pintora tiñe su paleta de cálidos tonos tierra: naranjas, rojos, ocres y amarillos, de lo que constituyen claros ejemplos los cuadros “Amanece en la ciudad”, Jugando en la playa o “Circus”.

Destaca, además, una técnica depurada y cuidada, aparentemente simple y despreocupada, pero que esconde mil artificios. Resulta imposible no sorprenderse con la levedad de los paños mojados que envuelven los cuerpos, o con la luz que recorre la los recovecos y talla los volúmenes, dando profundidad a lo que sería una figuración plana. La pintura de Vanessa Lodeiro es, sin duda, una equilibrada mezcla entre planificada organización y rebosante espontaneidad.

Una biografía con muchas hojas por escribir

Desde pequeña, Vanessa Lodeiro supo que quería dedicarse al arte, y su sueño empezó a tomar cuerpo cuando se matriculó en la facultad de Bellas Artes de Pontevedra. Su formación continúa posteriormente en la Escuela de Artes Pablo Picasso de A Coruña, donde repara en la escultura, realizando diversos cursos con los que ampliar el espectro de su técnica.

Empieza a exponer a finales de los ’90, convirtiéndose en asidua de las galerías de diversas ciudades gallegas. En 2004 participa en la Bienal de Arte Contemporáneo de Roma, y a partir del 2009 sus cuadros se internacionalizan gracias a sus exposiciones en la Galería Jadite de Nueva York y en el Carrousel del Museo del Louvre (2011).

Sus lienzos amenizan múltiples rincones de su ciudad, A Coruña, donde es sencillo encontrar sus bucólicas marinas en numerosos restaurantes, y en murales, como los del Café Vecchio, ya famoso por contar con obras de Urbano Lugrís y Jorge Cabezas.

En la actualidad, trabaja en su taller de A Coruña y se dedica a la docencia, impartiendo clases a jóvenes promesas de las artes plásticas, lo que le permite, tal y como afirma ella misma, seguir aprendiendo.

Todavía en los inicios de su vida y de su carrera, la obra de Vanessa Lodeiro es un lienzo a medio pintar, un libro por escribir del que solo conocemos los capítulos iniciales. Una fuente de creatividad de la que esperamos seguir bebiendo y a la que le quedan muchos años para continuar conmoviéndonos, sorprendiéndonos y hablándonos de la vida. Un diario personal al que le quedan, todavía, muchas hojas por escribir.

Eva Vilar C.