La pintura impetuosa de Elvira Bach: la agresividad inmisericorde de una fiera libre.

Elvira Bach Neoexpresionismo alemán Pintura contemporánea

Identidad, agresividad, rebeldía y sensualidad se entremezclan en los cuadros de Elvira Bach como ingredientes de un cóctel provocador, devastador e inmisericorde. Como disueltos en el océano de la subjetividad más individualista, dan lugar a un todo compacto de forma y sentido, a un mundo de expresión plena y desatada, saturada; capaz de atacar con inusitada fuerza los cimientos de cualquier tipo de convenciones y hegemonías. Sin piedad, ni vergüenza, ni censura, el neoexpresionismo de Elvira Bach es imprevisible y peligroso como una fiera herida.

La relevancia del contexto en Elvira Bach: el resurgir de la identidad aletargada

Al igual que sus contemporáneos, Elvira Bach vive su juventud en la Europa desolada de las décadas posteriores a la II Guerra Mundial, en una Alemania acomplejada y despojada de referentes que veía como su idiosincrasia había sido enterrada por los azares de la historia y de la política.

Tendrían que pasar casi treinta años hasta que una nueva generación de artistas retomase los postulados de principios de siglo y el legado de los grandes expresionistas alemanes, devolviendo a la vida una tradición artística cercenada por el oscuro periodo del nazismo y convirtiendo en un punto y seguido lo que hasta el momento parecía ser un punto y final.

Así, el neoxpresionismo alemán que nace a finales de los años ’70 bajo la sombra del muro de Berlín se nos muestra, con el paso de los años, como un resurgir de la más propia tradición pictórica alemana y, a la vez, como una reacción al mainstream artístico importado desde Francia con el nuevo orden que el final de la guerra había instaurado, y que hallaba sus más internacionales exponentes en la abstracción y el minimalismo.

De este espíritu de regeneración fue del que se empapó Elvira Bach, al igual que muchos de sus contemporáneos entre los que destacan Baselitz o Kiefer, comenzando a esbozar una era de exaltación de antiguas formas de ver que se daban por perdidas, y abriendo un nuevo capítulo en la nutrida historia del arte alemán.

Si bien estos jóvenes artistas cuentan con aproximaciones dispares, la posibilidad de enmarcarlos bajo una misma etiqueta se debe a ciertos rasgos comunes que permean su producción artística, tanto en el ámbito temático como en el formal. En cuanto a los temas, son comunes las representaciones de motivos subjetivos y patrióticos, convirtiéndose los círculos neoexpresionistas en la primera generación de pintores que abordaron la época nazi desde un punto de vista tan humorístico y satírico como demoledor. También son frecuentes las escenas lúdicas y hedonistas, despreocupadas y optimistas, así como los temas eróticos y las representaciones escatológicas, las cuales podemos interpretar como una suerte de reacción ante la represión y la censura vividas por el azotado pueblo alemán bajo el yugo fascista.

En cuanto a la forma, el rasgo más destacable y característico de los neoexpresionistas es la agresividad del trazo y de los colores. De este modo, y retomando la herencia de los pintores expresionistas de los grupos Die Brücke o Der Blau Reiter, el arte neoexpresionista hace gala de un dibujo rápido y centrado en el gesto, así como del uso de colores estridentes y contrastados que otorgan expresividad a una figuración plana, superpuesta y carente de perspectiva, otro de los rasgos principales del movimiento, cuya preocupación pasaba por expresar sensaciones más que por retratar momentos.

A pesar de poder interpretar la corriente neoexpresionista como un todo, también es posible hallar en su seno círculos más concretos, como el Neue Wilde (los jóvenes salvajes), que agrupa a una serie de artistas destacados por su visión crítica y rompedora de la realidad, del pasado y de la expresión artística. Es en este círculo en el que Elvira Bach encuentra su lugar, convirtiéndose en uno de sus grandes -aunque más desconocidos- exponentes.

El neoexpresionismo es, en definitiva, una fusión activa y reactiva, muy ligada a los azares de su tiempo, subjetiva e individual, aunque fuertemente vinculada a un pasado y a una forma de sentir común; un engendro del contexto histórico y artístico de una nación, plasmado en un descarnado grito de guerra. Es una era de subversión artística y de exaltación de lo propio, de transgresión, de provocación y de irreverencia que toma la pintura como vehículo para la expresión, rompiendo con toda mordaza.

El lenguaje pictórico de Elvira Bach: el color y el gesto como vehículos para la expresión desmedida

La obra de Elvira Bach condensa a la perfección el espíritu renovador de su época. La única mujer de los Neue Wilde es, a la vez, uno de sus grandes estandartes. Agresiva, personal y con un estilo directo y único, esta pintora es internacionalmente conocida por sus coloridas figuraciones femeninas, leitmotiv de toda su producción artística, con las cuales consigue crear y recrear, exponer e interpretar, dando lugar a composiciones de gran vitalidad y de una desgarradora fuerza expresiva en la que las ideas que subyacen al caso concreto adquieren un violento protagonismo.

Podemos apreciar los rasgos prototípicos de sus personajes en obras como Schöner Ausblick, donde tres figuras femeninas de angulosos rostros y voluptuosos cuerpos orientan sus inquietantes y felinas miradas hacia los confines del cuadro, como buscando al espectador en un ejercicio de directa y violenta intimidación que parece atravesar los límites entre lo real y lo ficticio.

Con un lenguaje postmoderno, embebido de un pasado expresionista y de los tormentos propios de su época, Elvira Bach nos muestra un mundo de viscerales sensaciones atrapadas entre trazos firmes y contrastados colores que se imponen vibrantes y majestuosos, como apreciamos en Schwarzer Peter (2006), evocándonos la influencia del fauvismo de Matisse y del expresionismo de Kirchner, algunos de sus más destacados referentes pictóricos.

También en la figuración de París-Dakar se aprecia como el tratamiento primitivo de las líneas y de los colores acaba componiendo siluetas esquemáticas y burdas, aunque no por ello menos sensuales, ante las que resulta imposible no recordar la estética surrealista de Frida Khalo, con sus mujeres de miradas exóticas, despiertas e impasibles, tan indómitas como los trazos que las pergeñan.

A medio camino entre el simbolismo y el expresionismo, Elvira Bach ni se ciñe al mundo ni huye de él. Sus cuadros se nos presentan como una suerte de instantáneas que retratan, en vez de momentos fugaces, situaciones universales. De este modo, en obras como Kuechendiva de Luxe (2007) o 24 hours (2008) salen a relucir temáticas como el statu quo de los azares de la vida moderna, donde podemos observar cómo la explícita visión satírica de la autora parte de la anécdota para elevarse hacia lo general, pariendo en este proceso inquietantes esperpentos contemporáneos que transcienden la mera representación para situarse en el campo de la interpretación subjetiva. Temas como el sometimiento de la mujer, el tedio de la vida real, la belleza o la feminidad son constantes fuentes de inspiración para la pintora.

Destacan también en la obra de Elvira Bach los temas eróticos y hedonistas, encarnados en cuadros como Später Abend (2008), Die Natch ist jung (2009) o Marquee NYC (2007), dotados también del violento tratamiento que caracteriza a la autora, con sus figuraciones angulosas, primitivas y esperpénticas retorciéndose, experimentándose y viviéndose en situaciones cotidianas, estandartes del carpe diem, de las tensiones y las pasiones individuales y desatadas.

La sensualidad de las formas camina a la par que su agresividad, conceptos separados por una línea muy fina y generalmente asociados a la idea de la feminidad, que se encarna en seductoras poses y en voluptuosas formas, acentuadas por ornamentos artificiosos que recuerdan al arte popular americano, tales como flores, joyas o sugerentes estampados, como podemos ver en Legende o en Nachtpflance (2008), y que acaban por conformar una escenografía de lo más sugerente, asentada en el símbolo, más allá de lo real.

En referencia a este remarcado simbolismo cabe destacar cómo la autora incluye en sus composiciones diversos elementos que, aun estando fuera de lugar, son capaces de encontrar su rincón y significado: pinceles, copas de vino, gatos y bocanadas de humo de cigarro vuelven todavía más rompedoras y libres las escenas, evocándonos a los mundos oscuros de la subcultura berlinesa de los ‘80, como fuentes de transgresión y provocación que emanan de la personalidad de una artista agresiva y libre, capaz de pintar el lienzo del mundo con los colores que escupe su alma.

La vida de Elvira Bach: la musa de la contracultura alemana

Nacida en 1951, la joven Elvira Bach ni quiso si supo escapar a la atmósfera de transgresión que envolvió la devastada Alemania de las postrimerías de la II Guerra Mundial. Imbuida por el optimismo y el espíritu vibrante de la contracultura estudiantil, ocupó un destacado lugar en el ámbito de los nuevos salvajes, entre nombres como Rainer Fetting, Salomé o Bernd Zimmer.

Su vocación artística comenzó a tomar forma en la Escuela Estatal de Vidrio de Hadamar, donde estudió hasta la llegada de los ’70. Es en esta década cuando por fin se entrega a la pintura, de la mano de su profesor Hann Traer, quien guio sus primeros pasos en el mundo del arte.

Posteriormente, con su vocación encaminada, consigue una beca que le permite completar su formación en la República Dominicana, donde se empapa de las corrientes artísticas de regeneración que sacudían el Caribe, como el neomexicanismo, vinculado en su filosofía al resurgimiento nacionalista de los ’70 en Europa.

No es hasta principios de los ’80 cuando el nombre de la joven artista comienza a adquirir cierta popularidad, granjeada por su éxito en las ferias de Basilea y Colonia, donde por primera vez el neoexpresionismo se establece como una corriente única y diferenciada. En 1982 expone como artista invitada en la Documenta 7, exposición que acaba por consolidar su posición como artista destacada del círculo de los neue wilde. Pese a su juventud y a ser la única representante femenina de la corriente, sus obras alcanzaron una muy buena acogida por parte del mercado internacional del arte, constituyendo un paso definitivo hacia la grandeza que posteriormente caracterizaría su dilatada carrera artística.

Desde entonces, ha participado en numerosas muestras colectivas, como la Feria Internacional de Arte Contemporáneo ARCO de Madrid (1990), la Feria Internacional de Jóvenes Artistas de Frankfurt (1999), la Exposición de Arte Internacional de Florida (2000) o el Fórum de Arte de Berlín (2002), donde sus cuadros han recibido una calurosa aceptación, siendo muy valorados por importantes coleccionistas y galerías de arte de los cinco continentes.

La artista cuenta también con un largo  repertorio de exposiciones individuales en Alemania, donde a día de hoy continúa trabajando desde su estudio de Berlín, siendo una de las pintoras contemporáneas más interesantes, prolíficas y aclamadas por la crítica internacional.

Más allá de la riqueza de sus pinturas, el resplandor de Elvira Bach bebe también de su consideración como una de las grandes figuras de esta fugaz aunque intensa corriente que contribuyó al resurgir de la tradición pictórica alemana en un momento en el que el país necesitaba, más que nunca, plantar cara al pasado para continuar construyendo su presente.

La de Elvira Bach fue una aportación única e individual que supo hablar del todo más colectivo. Una mirada ácida con la que la idiosincrasia artística alemana consiguió dar un paso al frente sin necesidad de olvidar o de enterrar el pasado.

Eva VilarC.